Después de abandonar la universidad y fracasar en distintos trabajos como empleado de correos, guardia de seguridad o cavando agujeros para tuberías, Ra Paulette decidió retirarse a meditar al desierto de Nuevo México.
Justamente
allí, casi sin querer, inició una tarea Titánica con la única
ayuda de un
pico, una pala y su imaginación.
Corría
el año 1985, trabajó incansablemente durante 25 años y, lo que
comenzó como una pequeña capilla para pensar y encontrarse a sí
mismo, se convirtió en una enorme catedral
subterránea tallada a mano con 14 galerías que se extienden por más
de 8.400 metros cuadrados.
A
sus 67 años, Paulette nunca imaginó que escavar en tierra arcillosa
del desierto la haría famoso. “No gasto ni un gramo de mi energía
en tener éxito”, asegura.
Sin
embargo, el próximo día 2 de marzo su increíble historia podría
alzarse con el oscar a mejor cortometraje documental.
Cuyo
título es “El Excavador”, que es
la máxima favorita en su categoría después de acumular media
docena de premios en distintos documentales, pero su protagonista
nunca pisará la alfombra roja.
Prefiere
“el polvo, la soledad y la belleza de la naturaleza”, según
explica
en su web aunque
algunas de sus ‘cavernas de meditación’, como Paulette las ha
bautizado, están a la venta por
casi un millón de dólares.
El artista aclara que no es el dueño del terreno y que no tiene
“nada que ver” con el negocio. Lo suyo es una cruzada personal
“por crear obras que no sean un fin en sí mismas sino una
herramienta de cambio espiritual y social”.
Quienes
le conocen dicen que es como “es
como Miguel Angel cuando pintó la Capilla Sixtina.
no se le puede decir que es lo que tiene que hacer, le guía una
fuerza superior”.
Otros le comparan con un drogadicto. “cuando tiene una pala en la mano es como un cocainómano con varias dosis, no puede parar”, aseguran.
Otros le comparan con un drogadicto. “cuando tiene una pala en la mano es como un cocainómano con varias dosis, no puede parar”, aseguran.
Ra
Paulette reconoce que no es capaz de poner la mente en otra cosa.
“Estoy totalmente obsesionado, pienso en ello las 24 horas del
día”, reconoce.
Sin embargo, no se siente un artista: “me siento más un arqueólogo que está descubriendo algo que ya estaba allí”.
Sin embargo, no se siente un artista: “me siento más un arqueólogo que está descubriendo algo que ya estaba allí”.
El arte fluye por el universo para descansar en manos del que esta preparado para darlo a conocer y entregarlo de vuelta al Universo.
En 2005, una campaña publicitaria catapultó a la fama a Justo Gallego, un antiguo monje que había decidido levantar una catedral en el municipio madrileño de Mejorada del Campo.
Aunque casi una década después, el futuro de este templo, construido con todo tipo de materiales de desecho y sin seguir ninguna clase de proyecto técnico, es más incierto que nunca, su historia continúa haciendo honor al eslogan de aquel anuncio: «El ser humano es imprevisible».
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